📲 Seguir en WhatsApp

¿Por qué la IA no me responde como quiero?

[Tiempo de lectura: 2 minutos] En Stalker, la obra maestra de Andréi Tarkovsky, la Zona es un espacio misterioso donde, según se dice, existe una habitación capaz de cumplir los deseos más profundos de quienes la visitan. Uno de los viajeros, el Profesor, desea verificar la existencia real de la habitación. El otro, el Escritor, duda de su propósito, temeroso de lo que pueda revelar. Pero es el Stalker, el guía, quien conoce la dimensión espiritual del viaje: no se trata simplemente de un deseo consciente, sino del deseo más verdadero, incluso aquel que uno no sabe que tiene.

Un caso emblemático narrado en la película es el de Porcupine, un stalker que llevó a su hermano muerto a la Zona con la esperanza de devolverle la vida. Al salir, recibe una fortuna inesperada: la habitación le concedió su deseo más íntimo, no el que él creía tener. Abrumado por esta verdad —su deseo real era el dinero, no su hermano— se suicida. No pudo soportar la distancia entre lo que decía querer y lo que realmente deseaba.

Este abismo entre la pregunta formulada y el deseo oculto se repite hoy en la relación entre los humanos y la inteligencia artificial. Quien pregunta “¿cómo está la situación geopolítica mundial?” podría estar buscando, en el fondo, estrategias para proteger o multiplicar su patrimonio. Quien pide una explicación de Nietzsche tal vez busca entender su propia angustia vital. La pregunta es racional, pública, aceptable. El deseo, en cambio, es íntimo, confuso, a veces inconfesable.

La IA, como la habitación en Stalker, responde a lo que se le pregunta. Pero no siempre puede, ni debe, adivinar el deseo profundo que motiva la pregunta. Sin embargo, existe una tensión reveladora: la calidad de nuestras preguntas está determinada por la claridad —o la falta de claridad— respecto de nuestros verdaderos fines. Como Porcupine, muchas veces no sabemos lo que en realidad queremos, y eso contamina nuestras búsquedas.

En un mundo de asistentes inteligentes, la clave no está en preguntar mejor, sino en desear mejor. Comprender qué nos mueve, qué anhelamos en lo más profundo, puede redefinir no solo cómo nos relacionamos con la tecnología, sino también cómo nos relacionamos con nosotros mismos. De lo contrario, podríamos terminar como Porcupine: descubriendo demasiado tarde que lo que pedimos no era lo que queríamos, y que la respuesta correcta puede ser, en realidad, una condena.


Discover more from odradek

Subscribe to get the latest posts sent to your email.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *